15.10.07

Noah

"El agua caliente, casi ardiendo se desliza por el pelo negro de Noah, le enrojece la piel del pecho y de la espalda, en esos puntos donde golpea directamente su temperatura. La sensación que provoca, sin embargo, es de placer, destensando los músculos de los hombros.
Noah nota como el agua va disolviendo toda la tensión del día. Todos los problemas por solucionar, todas las miradas de reclamo. Todas las gilipolleces de los socios, mano sobre mano, opinando sobre trabajos que no serían capaces de realizar ni en tres años. Se reprime de seguir esa línea de pensamiento, en algún momento tiene que desconectar.
Se obliga a concentrarse en las sensaciones del momento, el sonido del agua golpeando los azulejos transparentes de la ducha, la nube de vapor que sale por la entrada. El golpe suave de las gotas sobre la piel, las rutas que deslizan por la cara. No es suficiente. La mente es desobediente como un mono burlón, que va saltando de pensamiento en pensamiento, eligiendo los que más le enervan, como de rama en rama. Necesita algo más fuerte que el agua para relajarse. Aclara el pelo largo con un par de movimientos bajo el chorro, y baja la mano derecha directamente al sexo, que tiene una casi erección autónoma. Se estremece levemente al contacto, después apoya la mano izquierda sobre la pared y deja que el peso de su cuerpo caiga sobre ella. Imprime el movimiento preciso, no está buscando ni juego ni placer. Solo concentrarse en algo por un momento, que los imperativos del cuerpo sean tan intensos como para acallar por unos instantes todo lo demás.
Aparecen escenas ante de sus ojos cerrados, fáciles como un conjuro, cambiantes, sinuosas, excitantes, recuerdos y visiones, fantasias. Sexo en la memoria o en un posible futuro. No es consciente de qué forma se tensan los músculos de la espalda y de las piernas, cómo los abdominales y los brazos, cómo todo su cuerpo parece replegarse bajo el único mandato de un punto preciso, más allá del sexo que manipula expertamente, más dentro, como si todo se fuera concentrando en un punto invisible, la concentracíon máxima antes de la expansión, del bigbang inevitable. Solo es consciente del instante.
Cuando Noah se recobra, se rie un poco de sí mismo. ¿Bigbang? El ego del hombre no tiene límites, se dice divertido, mientras limpia los inocuos restos de su explosión privada."

25.9.07

mecanismos

Bajo la cúpula de la biblioteca de George IV Bridge, apenas se oyen el susurro de las páginas al pasar, las teclas de los ordenadores, los pasos del bibliotecario (joven, camiseta negra ajustada sobre un torso esbelto). Apenas una veintena diversa de personas en las mesas de madera antigua, patas torneadas, a conjunto con la belleza de los altos ventanales del XIX, de las arquerías con estanterías de roble oscuro con escaleras y pasillos laberínticos. Enfrente mía, un caballero de pelo blanco pose su maletín de piel cuidadosamente sobre la mesa. Manipula con los dedos la clave numérica del cierre. Yo sigo escribiendo. Cuando vuelvo a levantar la cabeza, el caballero aún manipula las ruedecitas. Veo como una mano que imagino levemente temblorosa cambia la última rueda número a número, y comprueba el cierre con la uña cada vez. El cierre no cede, el caballero continúa buscando el código. Han pasado cuatro minutos. Me pregunto si ha olvidado la contraseña, si sentirá esa fragilidad de haber olvidado de pronto algo que debería estar fijo en su mente, si se sentirá robado, estafado, cuando ha ido a buscar un dato imprescindible y ha descubierto que no hay nada allí, que no lo recuerda, que ha de probar las combinaciones una a una, cerciorarse cada vez tirando del cierre con la uña para ver si el azar da lo que no ha otorgado la memoria. O tal vez se haya estropeado el cierre, o la última rueda, esa que gira incansablemente, haya saltado, cambiando su posición original. Me dan ganas de levantarme a ayudarle, sentarme con él y juntos manipular el cierre rebelde, darle una lección a la memoria cruel, encontrar la solución para restregársela por la cara a ese olvido impertinente, ya han pasado siete minutos, y de pronto el hombre tiene el maletín abierto sobre la mesa y ha sacado un lápiz. Desde donde estoy sentada no puedo más que vislumbrar la cubierta de un libro azul y amarillo. Folios en blancos ordenados en el bolsillo superior del maletin, un bolígrafo alineado en su funda. La curiosidad me vence. Al pasar junto a su mesa, como al descuido, puedo leer las letras amarillas del libro. Diccionario de Aleman. Al lado descansa otro libro sobre alemania. A la vuelta, con cualquier catálogo de excusa, veo como el lápiz minucioso del caballero está trazando números en el sudoku del Daily News de hoy.

1.9.07

El bosque está callado con la tarde de noviembre, crepita levemente, huele a humedad y frío, maravillosamente. La laguna negra, ovalada, está a la izquierda. No hay camino que guíe hasta ella. Se pierde entre los árboles, y sin embargo siempre es fácil de encontrar. Parece un imán cargado en medio del bosque, de los inmensos árboles añosos, profundos. Todos los descensos te van llevando hasta ella. No es demasiado grande en superficie, pero no tiene fondo. Apenas a un metro y medio de la orilla ya pierdes pie. El agua es extrañamente oscura y clara al mismo tiempo, nunca está fría. Pareciera contactar con el centro de la tierra. Puedo sentir el tacto de las piedras, de la tierra y de las plantas en los pies descalzos. El bosque es tan mío como yo soy del bosque, puedo recorrerlo a la carrera, saltando obstáculos, conociendo por instinto los caminos invisibles que nunca había recorrido. En torno a la laguna hay silencio. Una marea suave. Una invitación sinuosa. No hace falta desnudarse, la piel está curtida, no hace falta estar desprotegido. Aquí ese adjetivo carece de significado. El agua envuelve el pie como un abrazo, meto las piernas disfrutando del contacto del agua, como limpia, como va arrastrando todo el cansancio. Se renace en el agua oscura, acogedora de la laguna. Se puede flotar horas mirando al techo estrellado, al cielo cambiante desde la tibieza de la laguna. Se puede dormir suspendido en medio de la laguna, dentro, flotando. Se puede descansar, se pueden curar las heridas. Se alimenta a su contacto el alma hambrienta.

27.6.07

de amor las manos llenas

¿donde se quedaron tus manos de estudiante?
(y qué más da ahora
que acuestas tu cansancio junto al mío
y se hace leve,
que cada madrugada de despertador severo
tu voz dormida me augura
un día bueno.
Y qué más da cada herida de mis dedos
cuando tus manos sabias las rozan
como besos.)

20.6.07

sol de diluvio

Mariposas amarillas trepan por las trenzas de una chica en la estación de Waverley, y el diluvio que nos espera arrasa las buhardillas de la Royal Mille, hay goteras en los altos tejados, imprevistas, avalancha, despojadas, caen sobre cuerpos de amantes, sobre spatiphilium blancas, salpican de tierra las paredes, de semen los vientres. La tarde se recoje oscura lenta y después estalla con la blancura de un piano impúdico. Notas reversibles que me traen el calor del sol, mis manos al volante, sus pies pequeños, blancos, de niña descarada sobre la guantera. Comiendo chocolate y cantando en voz en grito, la cabeza fuera de la ventanilla. Mis dedos dibujando rutas sobre mapas imposibles a su mirada, Estoril. Sus pies descalzos corriendo al puerto.

17.6.07

No encajo

Negación y verbo me definen, tal vez por encima de cualquier otra imagen. Ahora ni sueños, ni océanos, ni libros ni música, ni libre ni perdida. Simplemente una pieza cortada a mala ostia, un material demasiado blando, unos límites tan invisibles como dolorosos. ¿Esto no se pasaba con la adolescencia? Esto no se curaba a base de decisiones e intentos? Elegí los ojos con los que ver el mundo, opté por la parte risueña de la balanza, con la paciencia y el trabajo. Pero. Siempre hay un pero. Y cada vez que hablo es porque me obligo, cada vez que salgo de mi cueva es una caza inquieta de palabras y sonrisas. Cada boca del lobo es un hormigueo en el estómago y un a la mierda. Por que de verdad, no me importa nada. No me toca. Es de mentira, no importa, es todo tan ingenuamente insignificante, todos los problemas, los grandes y los pequeños, somos un ego con boca y con hambre. Cómo integrarme en un mundo de cartón-piedra, cómo hacer que me interesen los cortes de pelo, la vida de los famosos, las hipotecas y los aydiosmio, telopuededscreer?
Lo he intentado, pero no me toca. La realidad se desdobla ante mis ojos, nada puede ser tan blanco ni tan negro. Nos sentamos alrededor de la mesa y podemos hablar de bondad y de fe, de la vida. Pero cada bocado que engullimos es una alquimia sorprendente de la muerte, un sacrificio por nosotros, un canibalismo de lo vivo tan voraz como ciego. Pero me miran incómodo, tuercen el gesto, así que callo. Y sonrio.
Porque hay que tener piedad y respeto, pobres los pobres, defender a los que son inferiores (inferiores?!) con menos dinero, menos cultura, los raros, los desheredados, los inmorales. Esos. Pobres.